03-07-2022

Para muchas tradiciones y enseñanzas, tal y como recogemos en la Escuela de Filosofía a la manera clásica, la unidad es uno de los rasgos más característicos del desarrollo espiritual. Percibir, sentir, vivir la unidad en sus innumerables maneras es un sólido indicio de enriquecimiento interior, y lo contrario, alejarse de ella, apuntalar la separación como resultado de una actitud egocéntrica o egoísta, es señal segura de alejamiento de cualquier sendero espiritual, aun cuando llenemos nuestra vida cotidiana de momentos meditativos, ejercicios, lecturas o hábitos dirigidos a nuestro desarrollo interior.

Puesto que todo participa de los mismos principios universales, hay una unidad subyacente bajo las infinitas formas y apariencias. Por tanto, deambular por las regiones del espíritu lleva a descubrir estos principios universales en todo, a percibir lo Uno. Lo espiritual es una forma de denominar al ámbito donde se ven estos principios.

Todo lo que lleve a construir una unidad cada vez mayor está en sintonía con la actividad del espíritu y, por el contrario, todo lo que separa se aleja de esta condición espiritual.

Unidad no es uniformidad. Al revés, es necesaria la mayor diversidad posible para alcanzarla. Son necesarios todos los puntos de vista, todas las formas, todas las opciones para llegar a esa unidad. Un ecosistema necesita albergar el mayor número posible de especies para situarse en el estado óptimo. Una sociedad necesita la mayor pluralidad posible para ofrecer una solución para todos y cada uno.

El altruismo, la ayuda mutua, la solidaridad, la compasión, la empatía, la concordia, la búsqueda de la bondad son ejercicios de unidad.

La inclusión, la tolerancia, el compromiso, la libertad, la búsqueda de la justicia son ejercicios de unidad.

La búsqueda de la belleza en cualquiera de los mil lugares donde puede encontrarse, el amor expresado de tantas maneras diferentes, el anhelo de desarrollo de todas las capacidades, la superación de los límites y las limitaciones, todos son ejercicios de unidad.

Vivir en toda la armonía de la que somos capaces con nosotros mismos, con la Naturaleza y con el resto de la Humanidad es un ejercicio seguro hacia la unidad.

Y puesto que la unidad es la clave del desarrollo espiritual, todo lo que la impulsa y favorece son pasos firmes y seguros hacia esa espiritualidad. Lo contrario, la separación, aún argumentada de la forma más convincente, acaba en frustración y dolor.

La unidad en la multiplicidad es la clave.

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