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2023-10-08
Ayuda a domicilio: precariedad
La Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia, (LAPAD), seguramente me atrevería a decir, es una de las leyes más importantes que se hayan aprobado en este país en los últimos años. Una elevada esperanza de vida, un alto índice de envejecimiento y unas elevadas tasas de dependencia. ¿Quién no tiene en su familia o entorno cercano una persona en situación de dependencia en mayor o menor grado? La Ley pretende dar cobertura a los derechos de quienes precisan ayuda para realizar las actividades básicas de la vida diaria. Coincidirán conmigo que las actividades básicas de la vida diaria son la higiene, la alimentación adecuada, compra, limpieza del hogar, supervisión en la toma de la medicación, etc. Coincidirán conmigo también que esta ley viene a poner los cuidados en el centro. Cuidados, división sexual del trabajo, ¿quiénes son la mayoría que ocupan esos puestos de trabajo? Exacto, han adivinado: MUJERES.
Según datos del IMSERSO, se pasa de 200.690 en el año 2008, personas recocidas como dependientes, a 1.534.198 en 2021, y creciendo cada año a pesar de la espera interminable para que se produzcan las valoraciones (pero esta cuestión la dejaremos para otro momento).
Tanto la Constitución, como la LAPAD, prevén la colaboración entre el Estado, comunidades autónomas, así como la participación de las entidades locales, en la prestación de los servicios de atención a la dependencia. Aquí la maravillosa ley quiebra: la mayoría de los servicios que se prestan los gestionan empresas privadas a través de convenios.
Una de las principales prestaciones es el Servicio de Ayuda a Domicilio. Sobre su personal auxiliar recae
la atención de las necesidades de quienes no son capaces de llevar a cabo las actividades básicas y esenciales de su vida cotidiana,
garantizándoles su autonomía y la posibilidad de permanecer en su domicilio llevando una vida digna, UNA VIDA DIGNA.
¿Somos capaces de valorar, de reconocer y proteger, por parte de la legislación española, los poderes públicos, y la sociedad en general, este servicio esencial de las Auxiliares de Ayuda a Domicilio? Ya les adelanto que NO.
Para ello os presento las conclusiones de un informe. El material procede de un cuestionario anónimo, en una muestra de 1345 personas, siendo en 97,7 % mujeres, 2,6 % hombres, obteniendo, 45730 datos. Iniciativa que parte de la Plataforma Unitaria de Auxiliares del Servicio de Ayuda a Domicilio y que la Universidad de Oviedo analiza.
Dos objetivos: por un lado, las condiciones laborales y, por otro, cómo esas condiciones laborales impactan en la salud.
PRECARIEDAD es el nombre del informe. Un elevado porcentaje de Personal Auxiliar de Ayuda a Domicilio con trabajos a tiempo parcial cuadriplica con creces las tasas de contratos parciales en cualquier otro sector, y casi triplica la tasa de parcialidad femenina. Una alta temporalidad, la más elevada del conjunto de la población y a su vez una de las mayores de Europa. Una parte importante con jornadas partidas, con todas las dificultades para compatibilizar con otro empleo y la conciliación con sus vidas personales y familiares.
El informe arroja un problema que afronta el sector: su estado de salud. Más de la mitad de las enfermedades y lesiones son musculoesqueléticas, presuntamente producidas por la manipulación con personas de movilidad reducida. Denuncian que es frecuente que las lesiones y dolencias crónicas que presentan no sean reconocidas como derivadas de una enfermedad profesional, quedando en el cajón de las contingencias comunes. Las mutuas no suelen dar baja en la primera visita, y no son proclives del cambio de contingencia común a profesional. Las dolencias más comunes y más habituales: túnel carpiano, hernias discales, lumbalgias.
Por otro lado, se manifiestan las enfermedades psíquicas, causadas por el desempeño del trabajo, que dan lugar a estrés, ansiedad, depresión, como los cuadros clínicos más frecuentes.
Su salud también se ve condicionada por la falta de equipos de protección individual, medios técnicos y protocolos de seguridad. Casi un tercio del personal auxiliar declara haber sufrido al menos un contagio biológico.
En un colectivo altamente feminizado entramos en el terreno del acoso. Desgraciado y triste dato: un porcentaje elevado de quienes respondieron a esta cuestión, hablan de acoso laboral, en su gran mayoría procedente de los propios usuarios y/o sus familiares. Me pregunto si este acoso parte, porque somos incapaces de valorar el gran servicio que prestan. Los datos que arrojan el acoso sexual también son preocupantes, aunque no hacen un análisis específico para conocer su dimensión.
El trabajar en los propios domicilios, la necesidad de tener el consentimiento de los propios usuarios, para poder valorar los riesgos psicosociales del puesto, dificulta enormemente la labor preventiva desde el punto de vista de la salud laboral, con la puesta en marcha de protocolos específicos de actuación.
Poner en valor el trabajo encomiable de las Auxiliares de Ayuda a Domicilio, la tranquilidad que en muchos hogares ha proporcionado, las posibilidades de conciliación, no nos vamos a engañar, las mujeres trabajadoras fuera del hogar, mujeres que seguimos soportando la carga de cuidados, ha supuesto un respiro, y ese, es también el objetivo. La ayuda a domicilio cumple una clara función social, encaminada al bienestar de la ciudadanía. ¿Somos conscientes socialmente? Y las instituciones, estatal, autonómica, local, ¿son responsables del cumplimiento de un servicio de calidad? Está claro que las condiciones laborales de quienes las prestan merma la calidad del servicio. Y aquí las instituciones no han estado a la altura, privatizando y dejando en manos de empresas privadas la gestión. REMUNICIPALIZACIÓN DEL SERVICIO YA, es el clamor de las auxiliares.
El informe no entra en salarios. Recojo testimonio real de una auxiliar de un municipio de 4000 habitantes de Jaén: Mujer, 58 años, 14 trabajando como auxiliar de ayuda a domicilio. Desde los 18 años, trabajando en su casa y criando a sus hijos, que esta etapa nunca se cuenta. Me cuenta que toma tres tipos de pastillas para el dolor y poder empezar su jornada laboral, un protector y medicación para la alergia.
Tiene una jornada completa: 39 horas semanales. Jornada partida, mañana y tardes, 1.090 € de sueldo base. La hora de trabajo sale a 6,50 €. La hora de trabajo a la empresa que gestiona el servicio la pagan a 14,60 €. Más del doble. Dinero público para el cuidado de nuestros mayores.
Ella señala que equipos materiales a ellas no les faltan, pero sí equipos técnicos y de apoyo para un mejor servicio. Equipos técnicos como, por ejemplo, una cama articulada, pues, levantan mayores de peso, peso muerto, ellas solas sin estos equipos. Faltan protocolos de seguridad y los que hay se cumplen a medias.
Son conscientes de su realidad, asumen su tarea y responsabilidad, pero se sienten muy solas. No pueden jugar con el pan de sus hijos e hijas, muchas de ellas familias monomarentales, separadas. Me pregunto si los sindicatos son conscientes de los convenios que firman, del seguimiento que hacen, si realmente conocen la realidad a la que representan. Además, muchas de ellas agradecidas por las oportunidades laborales en la dispersión del mundo rural en nuestra provincia. Pero los convenios también tienen nombre de PRECARIEDAD.
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