9-10-2022


Según un último estudio demográfico China tiene 1.450 millones de habitantes, India tiene 1.400 millones de habitantes, Pakistán 231 millones de habitantes, Indonesia 280 millones de habitantes, Filipinas 113 millones de habitantes y Bangladesh 168 millones de habitantes. La suma de estos países es de 3.592 millones de habitantes. Si le sumamos la población de otros países de Asia (Vietnam, Malasia, Thailandia y Myanmar), llegaríamos a los 3.881 millones de habitantes en el Sureste Asiático.

Europa tiene una población de 601 millones de habitantes, sin contar los 146 millones de habitantes de Rusia. América del Norte (México, Canadá y EEUU) tiene una población de 406 millones de habitantes. Oceanía (Australia, Nueva Zelanda y la Polinesia) tiene una población de 44 millones de habitantes.

América del Sur posee una población de 439 millones de habitantes, y África tiene una población de 1.437 millones de habitantes. El resto de países de Asia (Japón, Irán, EUA, Uzbekistán, Afganistán, Corea, …) tienen una población de 766 millones de habitantes.

La suma total de la población actual es de 7.720 millones de habitantes, y los expertos auguran que llegaremos a los 8.000 millones de habitantes en los próximos 5 años. Y con estos datos todavía se cree en el mundo occidental que 1.200 millones de personas necesitan estar suministradas por materiales de consumo por los otros 6.500 millones de personas del resto del mundo.

Por cada europeo hay 4 ciudadanos chinos e indios, y estos ciudadanos también consumen, no solo producen. Por cada europeo hay más de 2 ciudadanos africanos al que exigimos que se quede en su país, dentro de su miseria y pobreza, mientras expoliamos sus materias primas para llevarlas a algún país del Sudeste asiático donde las empresas con capital occidental han situado sus industrias (que antes estaban en países europeos o americanos) y explotan a los trabajadores/as para producir bienes de consumo, que luego venden en los países occidentales.

No salen las cuentas en este sistema geoeconómico y ya se les están viendo las costuras. No solo ha tenido que sufrir una pandemia la humanidad para darnos cuenta, en los países occidentales, que, aunque tengamos Mercedes, ropa de moda o influencers, no tenemos ni trigo, ni mascarillas, ni tornillos, ni cobre, ni acero, ... y al ritmo que va el cambio climático, pronto no tendremos ni agua.

No pretendo crear un artículo distópico, sino que la realidad económica global nos sitúa en un contexto en el que, aunque pensemos que la UE es el eje central económico y director de la banda de música monetaria del planeta, resulta que no es así. El centro económico y financiero del planeta hace tiempo que se sitúa en el sudeste asiático, y el motor que mantiene al sistema capitalista (que es el consumismo) está de manera superpoderosa en dicha zona, donde casi 4.000 millones de habitantes compran bienes de consumo todos los días, a todas horas.

Y el mundo occidental no se quiere enterar, y por tanto, nos sitúa en nuestra sociedad en un estado de autodefensa y de continuo miedo al ataque a valores y normas estandarizadas (y mejor diría impuestas) que peligran ante el supuesto miedo a la inmigración o ante la dependencia total de productos primarios y básicos de otros países, como la energía (gas o petróleo), alimentación (trigo, maíz, carne), minería (cobre, plomo, hierro, cemento, …), … necesidades y productos básicos para el mantenimiento de nuestro estatus pero también para poder sostener y poder generar actividad económica de progreso.

Seguir pretendiendo que el mundo siga igual de bien para nosotros y que siga igual de mal para el resto de países es una auténtica idiotez, porque los movimientos geopolíticos son continuos y lo que suponemos que es justo para nosotros supone la injusticia continuada y crónica para el resto, que casualmente son mayoría y han aprendido los métodos nuestros.

El actual sistema lleva tiempo desquebrajándose y se empeñan los gerifaltes capitalistas en ponerles tiritas, cuando necesita una operación integral para desempeñar los desafíos que le espera a la humanidad en los próximos años (cambio climático, crisis económicas-financieras continuadas, stock consumista, falta de materias primas, superpoblación, …).

Si la solución a estos problemas que he planteado es arroparme en la bandera, el calor de la misma no me alimentará ni me permitirá hacer nada mientras agarro la bandera para que no se me caiga. Los internacionalistas asumimos que el conflicto no es de banderas, sino de clases sociales, y mientras existan explotación, expoliación y corrupción de la clase capitalista hacia los trabajadores y trabajadoras de cualquier parte del mundo, habrá miseria, inmigración, dependencia, pobreza y guerras.

Y después que si la abuela fuma.


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