... las terrazas de los bares se han convertido en el nuevo “banco del parque”. Ese punto de encuentro donde quedar o donde acabar para comentar o informarse

2024-01-28

 

Terrazas

 

No hay nada que nos guste más que acabar nuestro paseo con unas cañitas en una terraza. O empezarlo con unos churros o una tostada de riquísimo AOVE con tomate en una terraza. Desayunar, almorzar, comer, merendar o cenar en plena calle, literalmente, está cada vez más al alcance y en la rutina de todo el mundo.

Y es que

las terrazas de los bares se han convertido en el nuevo “banco del parque”. Ese punto de encuentro donde quedar o donde acabar para comentar o informarse

de lo que pasa a nuestro alrededor.

Además, en muchos casos, esas mismas terrazas se han convertido en el auténtico salvavidas del negocio de muchos bares, tradicionales o no, de nuestra ciudad, y de la mayoría de las ciudades españolas. Las largas colas e incluso las listas de espera para poder acceder a una mesa son habituales en muchos de los locales de la ciudad, los cada vez más largos fines de semana, especialmente.

Las pocas personas a las que no les gustaban, acabaron torciendo el brazo y entrando en la dinámica general con las medidas de restricción de acceso que se tomaron como consecuencia de la pandemia. Una pandemia que trajo nuevas costumbres de las que, como suele ser habitual, han perdurado solo las que deberían haber sido más provisionales.

Ello, unido a unos cada vez menos fríos inviernos, ha acabado haciendo de la mayoría de los bares un local en exterior, más que volcado hacia el propio local, objeto de negocio.

Hasta aquí, todo bien. Yo mismo, que reconozco que no me gusta, especialmente que cualquiera que pase me vea comiendo o bebiendo, he acabado por usar estas terrazas en algunos momentos de paseo o en alguna parada para un necesario café de reenganche a media mañana.

Ahora bien, esta moda y su imparable extensión nos ha traído algunas consecuencias no tan agradables ni asumibles. Entre otras, y empezando por la más evidente, la invasión del espacio peatonal de muchas de nuestras calles. Y no solo con las terrazas en sí, que también, sino con el trasiego ocasionado por clientes y personal de camino hacia o desde la terraza al bar, o viceversa. Es realmente lamentable ver como en algunos sitios hay que dar auténticos rodeos para poder pasar por una acera si no queremos acabar tropezando con la clientela de los bares, las mesas o sillas o el propio personal del bar, al que podemos hacer caer o cuyas bandejas pueden acabar encima de nuestra ropa.

Si alguien piensa que exagero, le animo a pasarse por ejemplo por la calle Goya, la plaza de la Constitución o las Fuentezuelas a horas en que estén funcionando las terrazas.

Terrazas que, dicho sea de paso, se han convertido prácticamente en habitaciones exteriores de los propios bares, con sus paredes de plástico transparente, sus toldos interminables y su mobiliario siempre perenne en nuestras aceras.

Porque quizá, y digo solo quizá, la clave está en que se nos ha olvidado que esas son nuestras aceras, parte de la ciudad para uso de la ciudadanía que elige la peatonal como su forma de desplazarse por la misma.

Y no me vale que me digan que pagan por ello. Es absurdo que creamos que renunciar al dominio público se limita solo a una cuestión de dinero. Tampoco es cierto totalmente que lo hagan, puesto que vemos cómo las terrazas crecen conforme aumenta la afluencia de clientela, incorporando más y más mesas, expandiendo sus dominios por toda la acera sin que parezca haber autoridad que ponga freno a la invasión.

Luego está

otro tema fundamental que sufrimos por igual todas las personas, disfrutemos o no de las terrazas. Y es la suciedad que acarrean estas instalaciones. Una suciedad que lo impregna todo en el entorno y de la que nadie parece ser responsable.

Creo que es de pura lógica pensar que quien se está beneficiando del uso de un espacio sea responsable también de su mantenimiento, o también se pretende que le paguemos entre toda la ciudadanía su limpieza con nuestros impuestos. Si eso es así, vería totalmente lógico que se nos pidiera por parte de los comercios que no tienen terrazas que corriéramos con los gastos de limpieza de sus locales.

Especialmente llamativo me ha resultado, a este respecto, el caso de las barras que se han colocado hace escasos días en algunas calles y plazas con motivo de la carrera de San Antón. Además de estar abiertas mucho antes del horario de la carrera o de las lumbres y además de provocar el corte de muchas calles, ¡¡¡aún más!!!, la imagen que dejaban al día siguiente era sencillamente digna del mayor estercolero. Y ahí quedaba todo hasta la llegada del personal de limpieza viaria, el que pagamos entre toda la ciudadanía. Sencillamente, creo que hablar de abuso se queda bastante corto. Como también se queda hablar de dejación de las autoridades que deberían velar para que estas cosas no pasen.

Otro asunto, directamente relacionado con las terrazas y de sangrante actualidad, es el uso de estufas de gas o aparatos de aire acondicionado en plena calle.

¿De verdad estamos en ese nivel? ¿Así de idiotas y egoístas nos hemos vuelto? Aquí no hay que hablar de que se derritan los polos o de que suba el nivel del mar, aquí basta con darse cuenta de los cada vez más largos e intensos veranos, de las cada vez más largas y tempranas olas de calor, de la cantidad de días que tenemos más de 40 grados a la sombra, de las cada vez más usuales fenómenos climáticos extremos, de los efectos sobre las cosechas que nos alimentan y sobre las reservas de agua que nos sacian la sed… y que para luchar contra todo ello se alude, constantemente y por todo el mundo a un uso racional de la energía. Esa misma energía que alimenta esos aparatos que nunca debieron salir del interior de los locales.

Y que nadie se rasgue las vestiduras, este texto no ataca a nadie ni pone en peligro a ningún negocio, tan solo apela a la racionalidad y a la conciencia de todos y a tener claro dónde estamos y qué es y debe ser una ciudad y sus equipamientos.


 

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