CARMEN MARÍA FDEZ-KOFBLER CASAS-NEFF 

"Tan breve reinado fue fruto de un golpe de Estado.

2024-12-15

 

La zarina golpista

 

Si escribo el nombre de Yekaterina Alekseyévna, probablemente no les suene. Pero quizás, si tecleo el nombre de Catalina, la Grande, les suene algo más.

Yekaterina era una mujer progresista, inconformista, con raíces, contactos reales y muchas ambiciones ilustradas, además de visionaria en amplitudes de horizontes universales, prusiana de cuna, que tras casarse con el alemán de linaje Carlos Pedro Ulrico de Schleswig-Holstein-Gottorp, llevó a cabo una de sus grandes gestas. Una proeza para el género femenino.

Su esposo tardó en llegar al trono. Y cuando lo hizo fue inscrito como Pedro III Fiodorovich, nieto de Pedro el Grande, pero solo gobernó como zar de Rusia durante unos exiguos 6 meses y cuatro días.

Tan breve reinado fue fruto de un golpe de Estado.

El mismo que su querida Yekaterina encabezó. Así, como de un plumazo, Yekaterina puso su inteligencia, ambiciones y dotes excepcionales al servicio de Rusia. Nueve días después falleció su esposo y quedó viuda. Libre.

Yekaterina, estuvo reinando como Catalina la Grande durante treinta y cuatro años. Tiempo en el que ríos de tinta corrieron con más o menos caudal, con más o menos ruido, y muchos más bulos.

En esta historia, el amor es crucial. Yekaterina había dejado de amar a su marido Carlos, por ello el lecho pasó a ser ocupado con la figura clave en el golpe de Estado, por Grigori Potemkin, su amante.

Así, Catalina la Grande y el señor Potemkin hicieron una trama consolidadora y apaciguadora de exaltaciones varias, potenciando las artes y la cultura, abriendo las dos hojas de la puerta para que Occidente entrara a raudales con su modernidad en la alcanforada Rusia de Pedro el Grande.

Catalina la Grande, sencillamente, era más grande que Pedro el Grande, o así lo pretendía.

Siendo Catalina mujer, son muchos los rumores que se han expandido, generado y aseverado de ser ciertos. Señalada por tener un apetito sexual inconformista, que cambiaba de acompañante en el tálamo a placer, comenzó a ser conocida por su forma de vivir la vida. ¿Acaso no tenía el derecho?, oiga usted. Porque, ¿para qué Dios, ha creado el sexo en la naturaleza humana, si no es para darle uso?

Tras dar un golpe de Estado al que era su marido, cambiar de amante era peccata minuta. Lo peor era el apodo. Mesalina de Newa. A Catalina la Grande la habían bautizado con el sobrenombre de una emperatriz que había sido tercera esposa del emperador Claudio, etiquetada con ello como promiscua.

Así se comporta la sociedad, ataca y complica a la mujer con la lanza del sexo feo, negado y mal visto, cuando el cinismo campa a sus anchas sea el siglo que sea, ya que la naturaleza humana siempre ha tenido, tiene y tendrá las mismas necesidades. Es fácil señalar a los disolutos y misóginos, que utilizan “mesalinas” para sus más primitivos deseos, porque entre las piernas les pendulea parte del sexo, y cuando creen que ya no son útiles, las difaman. Pero esta mujer, a finales del siglo XVIII, creó un hito en la historia, algo innegable. Afortunadamente, como tantas otras.

Catalina la Grande, fue muy grande. Con el monarca Borbón, Carlos III, regente antes y durante la Colonización de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía, tuvo una gran amistad de letras, de la cual ha quedado constancia. Catalina la Grande solicitaba al rey Carlos III información, monedas, nociones de idiomas extranjeros, y demás inquietudes, pues los dominios de España llegaban a tierras exóticas donde el saber era un mundo desconocido. Y los ilustrados siempre tenían el pabilo prendido para que el saber y la razón tuviera un lugar necesario en el mundo.

Una apoplejía le sesgó la vida terrenal, en un lugar demasiado privado por una necesidad fisiológica apremiante. Esa es la realidad. Solo esa.


 

Para dar tú opinión tienes que estar registrado.

Comments powered by CComment