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La Colonización de Sierra Morena
Un hito histórico acaecido a finales del siglo XVIII en España puso el dedo del monarca Carlos III al norte de Andalucía, agrandando y enriqueciendo la tierra virgen que el norte del Reino de Jaén tenía despoblada, y por cuyo Camino Real transitaban las ricas, exóticas y exclusivas mercancías venidas ultramar desde América y las Indias que desembarcaban en los puertos de Cádiz y Sevilla, y emprendían camino hasta la Corte en Madrid.
El Camino Real tenía trazado lo que hoy es transitado como la Autovía de Andalucía que vertebra la región andaluza desde su comienzo, adentrándose en ella por el Paso de Despeñaperros hasta la misma ciudad de Cádiz.
Los bandoleros, jinetes que cabalgaban por Sierra Morena, conocedores de dicha tierra como la palma de su mano, tenían un punto vigía desde donde controlaban una buena extensión de territorio por su alto enclave y desde el cual cometían sus atracos, asesinatos y demás tropelías, el mismo punto estratégico que los lugareños bautizaron durante la Colonización de Sierra Morena, como el “Cerrillo de los ladrones”, ubicado entre la población de Carboneros y la de La Carolina por manifiestas razones.
Los asaltos de los bandoleros a las diligencias, aireados por los escritores románticos extranjeros de la época, junto con las muchas ganas de los ilustrados por llevar a cabo los planes de crear una sociedad especial y nueva, y por supuesto con las incesantes noticias de irrupciones sangrientas en dicho enclave pusieron fecha a la Colonización.
Muchas fueron las mercancías y los viajeros que al pasar por estos montes marianos quedaron truncadas sus vidas a los pies de este conocido cerro de la zona. Y para erradicar en lo posible la protección y el asalto a las diligencias, se establecieron las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena.
Casi 9000 colonos centroeuropeos, alemanes, austríacos, suizos, franceses, italianos, polacos, fueron traídos hasta esta tierra virgen
para dar vida humana y fortalecer la singladura del Camino Real. Para ello, les otorgaron a cada uno de los colonos una serie de beneficios, como fue lo que se incluía en la “Dotación” que consistía en unas primeras 50 fanegas de tierra cultivable, aperos de labranza, semillas para sembrar, principalmente de trigo, centeno y cebada, ganado (5 cabras, cinco ovejas, 2 vacas, cinco gallinas, un gallo y una cerda de cría), además de una exención de impuestos de 10 años para todos los colonos, y por supuesto, la tierra otorgada denominada como suerte. Pasada esa década de exención de impuestos, la suerte era de la propiedad del colono y los familiares que la habían cultivado y podía ser legada a sus descendientes.
Miles fueron las vidas de personas las que echaron raíces en Sierra Morena huyendo de la crisis económica y las incesantes guerras que vivía Europa a finales del siglo XVIII. Y ahí comienza una historia, casi desconocida, en la misma provincia de Jaén, ya no hablo en España…
Yo soy descendiente de aquellos colonos centroeuropeos que vinieron a los montes de Sierra Morena buscando un futuro mejor con esperanza e ilusión, sufriendo el desarraigo, la diferencia del idioma, las inclemencias del tiempo, las enfermedades como las fiebres tercianas que asolaron en varias olas la península, y tantas otras vicisitudes.
Aquellos colonos le plantaron cara a la vida y viajaron, unos por mar, otros por tierra para formar parte de un hito histórico con mucha resiliencia.
Así que, en honor a mis antepasados, y para poner en valor dicha gran historia he decidido escribir y pintar en mi bandera sus tradiciones de forma fidedigna, escribiendo sus avatares, sus cotidianeidades, remontándome en los archivos de origen hasta su pasado escrito con cálamos y tinta en legajos de papel verjurado. Aunque para ello haya tenido que viajar a numerosos archivos.
En honor a todos los antepasados de todos los descendientes de la Colonización de Sierra Morena, he publicado tres libros a pulmón para obtener y ofrecer respuestas a quienes estén interesados en saber sobre este hecho. “1767 Spekulatius”, “1767 Pipirigallo” y “Carlos III, el elefante y un cornaca”, tres libros autoeditados con la clarividencia de que “Yo soy, porque antes han sido otros, y porque la historia también sucede allí donde nadie mira. © Carmen María Fdez-Kofbler Casas-Neff”.
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